CUERPOHÁBITAT: Laboratorio de experiencias somáticas y afectividadambiental
- Comunicación del Huerto
- 17 jun
- 4 Min. de lectura
Por Ali Salguero
“La única respuesta efectiva ante la catástrofe ambiental de nuestro tiempo es una
revolución que (…) atienda con toda la seriedad posible la dimensión afectiva,
sensible y sintiente de nuestro Estar en el mundo. Cualquier revolución que quiera
ir hasta las entrañas de la destrucción planetaria deberá ser ante todo una
revolución ético-política y estético-poética que reincorpore la potencia del cuerpo
(…)”.
Con estas palabras comienza el potente libro de Omar Felipe Giraldo e Ingrid Toro:
“Afectividad Ambiental: Sensibilidad, empatía, estéticas del habitar”, un tratado de
ecología política y filosofía epistemo-estética que pone al centro de la cuestión
ambiental la escisión fundamental que, como especie, hemos trazado entre “yo
mismx” y todo lo demás.
¿Por qué el cuerpo? ¿Por qué, si nos enfrentamos a una crisis ambiental, a un
desastre planetario, habríamos de dedicar tiempo, estudio y atención a algo tan
íntimo y subjetivo como las propias experiencias sensoriales? En palabras
sencillas: porque la manera en la que sentimos determina las formas en que
actuamos. Si los modelos de pensamiento dominantes nos han orillado a una
sensibilidad apática, adormecida, guiada por el consumo y la producción
desenfrenados, es consecuente que nuestras acciones sigan la misma lógica. Si
nos concebimos como individuos separados del entorno, es inevitable que todo
cuanto nos rodea se vuelva un recurso a nuestra disposición en lugar de un
sistema vivo al que pertenecemos. Los pueblos originarios de todo el mundo lo
sabían y lo saben bien. Es en las sociedades occidentales y occidentalizadas,
movidas por el crecimiento ilimitado y por un ideal de progreso basado en el
dominio (de otros cuerpos, de otros territorios, de otras culturas) donde se nos
enseña que esta manera de habitar el mundo y de relacionarnos con él -es decir,
desde la separación-, no responde al orden de la sensibilidad, sino al de la razón
pura: la desensibilización ante la destrucción de los ecosistemas no es más que el
resultado inevitable de nuestra supremacía como especie: una superioridad
atribuida a que somos “seres racionales”.
Bajo esta lógica, la razón se posiciona como más elevada que la sensibilidad, y de
la misma manera se establecen y perpetúan otras dicotomías jerarquizadas que
buscan justificar la explotación y la violencia: lo humano por encima de lo animal,
“lo civilizado” por encima de “lo salvaje”, lo masculino por encima de lo femenino,
la mente por encima del cuerpo. Así, volvemos a la pregunta inicial. ¿Por qué
pensar lo ambiental desde el cuerpo? Como sostienen Giraldo y Toro (2020): “El
paradigma racionalista dominante nunca aceptó que la afectividad permea toda
forma de racionalidad, que ser racional es al mismo tiempo un asunto afectivo, y
que no existe ningún pensamiento o conocimiento libre de sensibilidad y
afectividad.” Esto, sencillamente, porque somos seres encarnados: existimos
como cuerpos y es a través de la sensibilidad del cuerpo que conocemos el
mundo y nos relacionamos con él. Todo raciocinio, todo conocimiento, proviene del
encuentro entre nuestro cuerpo y aquello que impacta nuestros sentidos. Nuestros
cuerpos son, todo el tiempo, afectados por el mundo, y en respuesta, nuestros
cuerpos afectan el mundo incesantemente. Afectar y ser afectadxs: este es el
principio básico del concepto de afectividad.
Conocer el mundo y a sus habitantes a través del cuerpo, recuperar el cuerpo
como una fuente primordial de información, reivindicar los procesos estéticos (es
decir, aquellos en los que significamos el mundo a través de las experiencias
sensoriales) como formas de crear conocimiento, sensibilizar nuestros cuerpos en
su capacidad de afectar y de ser afectados: todas estas son cuestiones
esencialmente corporales que consideré importantes y posibles de abordar a
través de una serie de encuentros que integraran prácticas somáticas a la
reflexión en torno a la afectividad ambiental planteada por Giraldo y Toro.
Así surge mi inquietud por desarrollar CUERPOHÁBITAT, el laboratorio que fue
formulándose, sentipensándose, diseñándose y realizándose entre los árboles, las
flores y las hortalizas de Huerto Roma Verde.
A través del formulario para residencias artísticas que Huerto Roma Verde tiene en
su sitio web, envié la propuesta de este proyecto y tuve la entrañable oportunidad
de vivir en la Morada Civilizionaria “Víctor Toledo” para el desarrollo e
implementación de este laboratorio, en el que me propuse replantear y adaptar mi
práctica pedagógica (que ejerzo en los campos de la danza contemporánea, la
improvisación de contacto y la danza-movimiento terapia) para, a través de la
conciencia corporal, del movimiento y del contacto con otros cuerpos (humanos y
no-humanos), abordar las cuestiones que exponía al inicio de este texto.
Se lanzó una convocatoria donde, a través de un cuestionario, las personas
interesadas pudiesen aplicar para ser seleccionadas como participantes del
laboratorio. Los criterios de selección incluían la procuración de diversidad en
géneros, edades, niveles educativos y campos de conocimiento, además del
compromiso a asistir a la totalidad de las sesiones. Se seleccionó a 10
participantes, entre quienes estaban personas dedicadas a la psicología, el trabajo
social, la neurociencia, la sociología, la biología y las artes, entre otras áreas. El
laboratorio tuvo una duración total de 12 horas distribuidas en cuatro días
consecutivos, y se llevó a cabo de manera situada e itinerante en diversas áreas
de Huerto Roma Verde.
Cada sesión del laboratorio contó con un espacio para la lectura, el diálogo y la
realización de ejercicios sencillos de composición literaria, así como con la
presencia de un fotógrafo que llevó a cabo un registro íntimo y sensible de
nuestros encuentros. Con este material -las fotografías y los textos escritos por lxs
participantes del laboratorio-, me dediqué a editar un producto gráfico-literario a
manera de cristalización de las experiencias vividas durante CUERPOHÁBITAT.
Este documento, como parte final del proyecto, está disponible para su consulta y
distribución gratuita en el siguiente enlace:
CUERPOHÁBITAT significó un espacio para el intercambio, para el aprendizaje
colectivo, para la vivencia estética de nuestra condición como seres encarnados:
de nuestros cuerpos como ecosistemas en los que cohabitan el placer y el miedo,
la cognición y la sensualidad, el amor y el juicio, la capacidad de sostenernos
mutuamente y de sentirnos interpeladxs por lo que ocurre a nuestro alrededor. Me
conmueve y me emociona la posibilidad de continuar explorando la intersección
entre teoría y práctica mediante el universo sensible y potente que es el cuerpo,
para así seguir sosteniendo encuentros que, como este laboratorio, ofrezcan vías
para aprender a habitar el mundo con gozo y conciencia.
Si te interesa conocer más sobre el laboratorio CUERPOHÁBITAT o sobre mi
trabajo, puedes ponerte en contacto conmigo a través de mi correo:
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