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La Responsabilidad Socioambiental.


El sistema-mundo que vemos hoy desmoronarse ante nuestros ojos plantea nuevos retos que deben entenderse y evaluarse desde distintas escalas pues las implicaciones sociales, económicas, ambientales y políticas a corto plazo que enfrentamos requieren acciones urgentes. El mal llamado mundo desarrollado no podrá continuar con su modelo de desarrollo basado en la expoliación y saqueo de las periferias y en el consumo sin límites de su población. 


Este síntoma ya es percibido por los grandes tomadores de decisiones a nivel mundial y conocen muy bien las implicaciones que esto ocasionará en el sistema que rige las relaciones de poder tanto en el ámbito público como en el privado. Una nueva geopolítica se dibuja ante nuestros ojos y no va a estar exenta de enormes riesgos para la humanidad y el equilibrio ecosistémico. 


¿Pero qué es lo que podemos hacer desde nuestros ámbitos personales y comunitarios para poder sumarnos al nuevo paradigma que comienza ya a asomarse como una luz de esperanza en el horizonte?


En realidad no hay tiempo para el pesimismo, debemos actuar para que el cambio se produzca de la manera más tersa posible y asumiendo con entereza los retos y riesgos que ésto representa en nuestra vida cotidiana. No hay una receta precisa pues cada territorio y sus recursos requiere de un entendimiento específico, pero lo que sí hay son líneas comunes que se traducen, por ejemplo, en disminuir nuestra tasa de consumo personal, eliminar de nuestras vidas los plásticos de un sólo uso, reusar y sobreciclar, consumir alimentos lo más locales posible y de temporada, procesar nuestros residuos orgánicos de manera local, generar redes de intercambios comunitarios, bajar nuestra tasa de consumo energético, entre otras acciones que sí están dentro de nuestro alcance. Sin embargo, hay un trabajo que también se debe hacer desde un ámbito de consciencia más profundo y es el de comenzar a descolonizar nuestro pensamiento de aquellas ideas que sostienen al ser humano como el núcleo fundamental de la existencia del universo.



Es momento de bajarnos del pedestal del Antropoceno para comenzar a vernos como parte del entramado tentacular del  Chthuluceno (1) y asumir entonces que sólo somos una parte más de un tejido multidimensional que se interconecta e interactúa con un mundo multiespecie, donde todo tiene un nivel de importancia significativo para que el ciclo de la vida y de la muerte continúan siendo el gran bucle de retroalimentación de la existencia. 


El problema, efectivamente, comienza desde la concepción epistemológica con que vemos y sentimos la vida, porque sólo así, desde el momento en que seamos capaces de conocer nuestras “aguas internas” podemos ser capaces de preocuparnos por las “aguas externas”, de otra manera, sólo es mero maquillaje, un pintalabio a través del cual podemos imprimir un beso pero jamás podremos ser capaces de sentir el susurro que nace desde el centro de nuestros corazones. 


Podemos iniciar este arduo sendero modificando nuestras maneras de hilvanar frases de uso popular como “matar dos pájaros de un tiro” por “alimentar a dos pájaros con una vaina” ó aquellas frases con las que suelen decirse cosas como “es peor que un animal” y todas aquellas con que nos referimos con analogías negativas o malignas sobre el comportamiento de personas poniendo como ejemplo a los animales, cuando éstos ni por asomo son los crueles torturadores que el ser humano ha sido.



Si el lenguaje y su sintaxis refleja nuestra concepción del mundo que percibimos es menester comenzar a imaginarnos un mundo donde nosotros no seamos los grandes protagonistas de la historia y describamos entonces cómo todo se hilvana para hacer un tejido vital, un ecosistema sin el cual la vida no puede sostener su trama. 


Por ello, proponemos que ya no hablemos únicamente de responsabilidad social, cómo algo donde la acción está dirigida sólo a la competencia de los seres humanos, debemos hablar de una responsabilidad más holística, donde seamos capaces de abarcar la multidimensión de la vida y para ello proponemos comenzar a contextualizar la responsabilidad bajo un pleroma donde todo se  envuelve. La responsabilidad socioambiental puede escucharse simple pero si la sentimos en toda su dimensión, incorpora una nueva manera de comprender el compromiso que asumimos y al hacerlo, algo comienza a suceder en nuestras aguas internas: conexiones ocultas se entrelazan para hacernos sentir que para que nazca una flor es necesario un suelo vivo o para que una comunidad viva en armonía, es necesario que haya un ambiente sano, ese es el camino, la regeneración socioambiental para que logremos cumplir la máxima que dice: sin justicia ambiental no puede haber justicia social. 


(1).- Chthuluceno Para conocer más sobre este término, consulten la obra de Donna Haraway


T-LIA (Texto libre de inteligencia artificial)


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