Derechos Humanos vs Derechos de la Naturaleza
- Comunicación del Huerto
- 29 oct
- 4 Min. de lectura

Entre el Siglo XVI y XVII el mundo comenzó a vivir una transformación profunda que se desencadenó por el mal llamado descubrimiento de América que vino a poner a disposición de Europa una vasta cantidad de recursos materiales y humanos que permitió generar una revolución económica que impactó las relaciones de poder entre Asia y Europa, creando una ruta de comercio que posibilitó que el viejo continente europeo saliera del marasmo medieval en el que estaba sumido, lo que generó otro importantísimo efecto ya no en el terreno económico sino en el filosófico-político, pues se sentaron las bases para que el oscurantismo religioso perdiera paulatinamente su hegemonía, desquebrajando las bases del paradigma teocrático para que comenzara a emerger un nuevo paradigma fundado en la razón. Este paradigma racionalista, conocido también como Cartesiano -en honor a René Descartes- alimentó el caldo de cultivo de la ciencia que al paso del tiempo generó la Revolución Industrial y el triunfo hegemónico de Occidente que hasta nuestros días sigue trazando las líneas del modelo de desarrollo que vivimos.
Este paradigma Cartesiano fue desmantelando las férreas instituciones religiosas que controlaban toda la cosmogonía y, por ende, la vida de las personas. Los libros sagrados del judeocristianismo y el Islam, eran concebidos como los que explicaban el origen de todo, nadie se atrevía a cuestionarlo, so pena de recibir castigos severísimos que nadie se atrevía a cuestionar. Los primeros científicos y pensadores racionalistas (Giordano Bruno, Kepler, Copérnico, Galileo, Spinoza, Leibinitz, Descartes por mencionar sólo algunos) fueron denostados o perseguidos o pagaron sus días bajo el desprecio institucional, el ostracismo, la tortura o la muerte por sus atrevimientos, hasta que los hechos fueron tan claros y evidentes que la realidad científica logró darle la vuelta a la cosmovisión teocrática y el racionalismo y el método científico lograron por fin emerger y coronarse como una cosmovisión que generó un nuevo pacto, ya no basado en las diosas y los dioses, sino con el ser humano mismo, poniéndose al centro de la creación suprema: Bienvenidos al mundo del Antropoceno, donde el ser humano es el centro del universo y todo lo que nos rodea está a nuestro servicio.
A mediados del Siglo XVIII y todo el Siglo XIX la humanidad comenzó a desarrollar cambios profundos en las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales, el mundo-máquina impregnó su visión a todas las áreas del saber y también se reflejó en las formas institucionales con que construimos las sociedades de ese entonces y de hoy. El Estado-Nación, es producto del modernismo racionalista, que se consolidó en la Revolución Francesa, creando nuevas formas de gobierno. Esto se logró gracias a que se asumió un nuevo pacto, un acuerdo entre los seres humanos que desde las ideas de la ilustración generaron un contrato social que dio paso a la Declaración Universal de los Derecho de Humanos que en 1948 se promulga en la ONU, marcando así la coronación de la humanidad por encima de todo.
Esta visión antropocéntrica no deja de tener significaciones importantes y logros indiscutibles, pasaron muchos milenios para que la humanidad pudiera reconocer la cualidad de todos los seres humanos como sujetos de derechos, aunque aún persistan visiones racistas y grupos retrógradas que se creen razas superiores o pueblos elegidos, el concierto de naciones logró sentar las bases de la igualdad de todos los seres humanos, sin importar razas, credos o divergencias culturales.
Sin embargo, algo se quedó en el tintero, relegado, olvidado, marginado por el hecho de la embriaguez de la superioridad de la especie, que se mimetizó a imagen y semejanza de un dios que se representaba en forma y fondo con nosotros.
Esta sacralización de nosotros mismos, profanó al mundo circundante de tal suerte que la madre tierra paso a un plano inferior, carente de derecho, pues, ¿cómo va a tener derechos algo que está a nuestro servicio?, ¿cómo vamos a valorar lo que la natura brinda cuando esto nos marca límites? Desde entonces, sin menoscabo ni miramiento alguno hemos violado los derechos de la madre tierra para brindarnos los bienes materiales que nuestra ambición reclama.
Los derechos humanos de manera soberbia se inscriben por encima de los derechos de la madre tierra y de todos los dones que nos brinda, porque en nuestro afán por conquistarlo todo, poseerlo todo, abarcarlo todo, los demás seres vivos y no vivos no importan, están ahí para el goce de quienes puedan tenerlos.
Esta visión está en el centro de la crisis civilizatoria que hoy vivimos, sus resultados están a la vista, sus efectos, cada vez más devastadores nos están demostrando que debemos modificar de manera sustancial nuestro entendimiento y relación con la naturaleza, porque justo es ésta la que mantiene la vida en equilibrio.
Los pueblos originarios, quienes sí tenían una relación armónica y de respetó de los ciclos de la vida, nos hablaron de esto y fueron prácticamente exterminados, ultrajados, despojados y lanzados a la basura de la historia; sin embargo, la sabiduría ancestral logró resistir y preservar en las tradiciones el conocimiento que dialoga con las plantas y se mimetiza con las virtudes de los animales y se avoca al respeto de los ciclos, tomando únicamente lo que la naturaleza da en la escasez que somos.
Un nuevo paradigma comienza a abrir los pétalos de una flor que todo lo integra, que no se edifica más como un universo, sino como un pluriverso que sabe que sostener la trama de la vida sólo se logra en la visión multiespecie, donde los ecosistemas se entrelazan con el cosmos para que el circulo de la vida prospere.
Hoy es el tiempo para que todo lo que hagamos comience a tejerse desde esta visión, por lo que urge que el concierto de naciones dote a la madre tierra de derechos inalienables para que todas nuestras estructuras contengan esta perspectiva, no hacerlo, es descender a los círculos dantescos que Alighieri describió en la Divina Comedia, esta metáfora que refleja la avaricia donde las creencias religiosas y la soberbia antropocentrista se mezclaron.
(T-Lía Texto libre de inteligencia artificial)




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