Foto: tierra.org
El mundo se encuentra una vez más a la espera de las resoluciones de los acuerdos de la COP 28, que vuelve a ser una reunión donde los gobiernos del norte global se muestran como los grandes contaminadores aparentando un arrepentimiento que por fin dará paso a la búsqueda de soluciones para frenar el calentamiento global, donde ellos, los mal llamados países del primer mundo, en su insaciable adicción a los combustibles fósiles, siguen siendo los principales responsables de embargar a las generaciones futuras, para que un reducido grupo de individuos y empresas, sean las grandes beneficiarias del desastre que vivimos.
En realidad, la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, mejor conocidas como COP’s, han sido mayoritariamente reuniones donde se evidencia que si bien se reconoce el grave problema que enfrentamos, en realidad no hay compromisos claros y profundos por parte de los principales países contaminantes y extractivistas, en tomar acciones serias y claras sobre el tema. Las COP’s se han convertido en una pasarela de buenas intenciones en lugar de un mecanismo de resoluciones vinculantes que atajen de lleno el problema. Estamos ante la presencia de un doble discurso que a cambio de algunas migajas ambientales al sur global, los países poderosos se lavan las manos y continúan su vorágine de destrucción ecosistémica.
No queremos decir con esto que las COP’s no son útiles, por lo menos podemos encontrar ahí un termómetro que nos indica el estado que guarda la salud del planeta, pudiendo constatar que los resultados que se van presentando en cada una de las COP’s en realidad evidencian que las acciones son insuficientes y que la prioridad al final siguen siendo privilegiar las relaciones comerciales y las industrias de hidrocarburos que forman parte de la cadena de producción de un sistema que se niega a poner en el centro, la vida y la salud ecosistémica.
Las Naciones Unidas, por más buenas intenciones que tengan para lograr generar cambios o políticas multilaterales efectivas para frenar el incremento de gases de efecto invernadero, en realidad administra el fracaso, pues no puede obligar a los transgresores ambientales a modificar de lleno sus políticas económicas. La COP 28 tiene dentro de sus objetivos trazados está destinar un importante paquete financiero para apoyar los desastres naturales que se sabe ya, van a ser cada año más y más cruentos. Este reconocimiento es un claro mensaje de lo que se viene y de que el futuro ya no es incierto, el futuro traerá consigo impactos socio-ambientales de hondas repercusiones para la humanidad y para todas las especies vivas con las que compartimos nuestra estancia en este mundo.
Es momento de que la sociedad civil organizada se movilice ante la inacción negligente que gobiernos, empresas y grandes corporaciones ejercen para no permitir la toma de acciones efectivas para combatir el flagelo climático. México, tristemente, llega con muy malos datos a la COP 28, habiendo impulsado y privilegiado la energía fósil, destruido miles de hectáreas para construir mega obras innecesarias, desmantelado el presupuesto ambiental, violando leyes ambientales de manera flagrante e impulsado proyectos de desarrollo inmobiliarios en zonas ambientales estratégicas, nos hace ver que el interés no es hacer del medio ambiente el eje estratégico que se requiere para cambiar hacia un sistema más empático con la naturaleza y la vida.
El sur global debe unirse, alzar la voz, presionar para que las enormes deudas, injustas e inmorales, contraídas por regímenes a modo del norte global, sean pagadas, un mecanismo que se perfila cada vez con más fuerza es la de sustituir deuda por impulsar proyectos ambientales, América Latina tiene todo el potencial para ser de esto un ejemplo mundial, falta, sin duda alguna, líderes en todos los sectores que se decidan a abanderar estas luchas, el tiempo se agota y por ello es urgente la movilización de la juventud.
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