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Carta a la Vida: Hacia el Micelio BioSocial Regenerativo.



Por Paco Ayala / Hojalatero Social


El fin de un paradigma siempre trae consigo una crisis de enormes repercusiones, son momentos de crisis profundas que se convulsionan entre aquello que se resiste a morir y aquello que está por nacer. Estamos justo viviendo un momento en el cual las estructuras que han mantenido una visión cosmológica mecanisista y lineal, se desvanecen para dejar que otra visión emerja, por lo tanto, no estamos ante una simple traslación dentro de la estructura profunda que sostiene un paradigma determinado, sino que estamos ante una transformación que posibilita la emergencia a una estructura capaz de plantear una nueva visión de la vida y de la muerte; es decir, un nuevo paradigma que surge, no para anular al anterior, sino para trascenderlo a una nueva forma capaz de generar un nuevo entendimiento.


No es la primera vez que la humanidad ha pasado por un cambio de paradigmas que cambiaron todo lo que concebimos en un momento determinado, podríamos decir que ha habido dos grandes cambios profundos, donde las estructuras modificaron nuestra percepción y, por ende, nuestra consciencia, la cual generó nuevos constructos sociales, económicos y organizacionales que posibilitaron nuestra permanencia en la historia.


El primero sucedió cuando dejamos la etapa de la prehistoria, el momento en el cual pudimos ser capaces de asentarse y dejar de ser cazadores recolectores para convertirnos en cultivadores capaces de organizar y administrar una nueva forma de organización social que logró establecer un sentido de pertenencia a partir de consolidar un sistema de ritos que permitieron generar una estructura que le dio sentido a la realidad que se vivía. Las diosas, y después los dioses, conformaron un paradigma capaz de darle sentido a la consciencia mítica-pertenencia, al estado del ser plenamente diferenciado de la naturaleza que logró concebir un orden basado en la concepción de una divinidad estructurada que fue evolucionando hasta consolidar la idea de un dios único, capaz de brindar la posibilidad de generar un importante número de gratificaciones sustitutorias que le dieran sosiego al miedo a la muerte. El Paradigma Teocrático nos dio la posibilidad de construir una estructura de contenidos profundos, que lograron avances importantes para el desarrollo de la humanidad mediante procesos traslativos que fueron sumando aportes significativos al desarrollo social, económico y político dentro de un proceso histórico que podemos identificar entre los 14 mil y 12 mil años antes de cristo hasta finales del Siglo XV de nuestra Era.


El segundo emerge justo cuando las estructuras del Paradigma Teocrático comienzan a vivir una crisis dentro de sus estructuras profundas, las cuales fueron apareciendo de manera paulatina mediante cambios traslativos que se suceden por oleadas durante su proceso histórico hasta llegar a un punto en el cual se hace inevitable dar un salto hacia una nueva estructura. Así, a finales del Siglo XV e inicios del Siglo XVI un nuevo Paradigma comienza a emerger, una nueva concepción del cosmos y del mundo se teje en el imaginario de nuevas generaciones que comenzaron a vislumbrar nuevas formas, nuevos procesos, nuevos continentes. La consciencia plenamente posicionada en una concepción egoica-racional capaz de darle al cosmos y al mundo un nuevo orden, donde no son ya los dioses los grandes protagonistas de la historia, sino los seres humanos que han sido capaces de vencer los enormes obstáculos que la natura les presenta, la cual se concibe para estar plenamente a nuestro servicio, como lo vaticinaron los sabios que plasmaron en libros sagrados nuestro papel de representantes de dios en la tierra. Construimos pues un orden que nos brindó la posibilidad de lograr alcances inimaginables, donde la ciencia desplazó a la creencia y donde el hombre se ha sentido el centro primordial de un universo que gira en torno a su semejanza.


Éste Paradigma racionalista conocido como Paradigma Cartesiano es el que nos ha establecido los límites y alcances para crear una interpretación de la realidad que hoy en día aún configura las estructuras sociales, políticas y económicas a través de la cuales edificamos nuestros modelos de desarrollo económico, nuestras formas de organización social y nuestras concepciones espirituales.


Este Paradigma hoy está en crisis, sus estructuras profundas no logran ya estabilizar el sistema y por consiguiente, está provocando una resistencia brutal, de la misma proporción que lo hizo el resquebrajamiento del Paradigma Teocrático, sólo que con una disyuntiva fundamental: El triunfo del racionalismo lineal y vertical es capaz de generar un apocalipsis de proporciones distópicas que harían imposible la vida de millones de especies.


La crisis civilizatoria que vivimos está en un punto clave de intersección que nos posibilita dos caminos: la ruta de la esperanza o la ruta de la extinción.


¿Seremos capaces de transformar la crisis paradigmática en la cual hoy estamos inmersos para poder salir avante y posibilitar la emergencia hacia un paradigma que le apueste a la vida y al desarrollo de la supraconsciencia o seremos quienes cumplan el designio apocalíptico anunciado por quienes creen que el destino de la humanidad está en manos de un dios que nos castiga por atrevernos a salir del pleromático paraíso?


Es urgente conectarnos con nuestra conciencia, con el sentir profundo de nuestro ser divino que no responde a normas establecidas sino a experiencias que se tejen en la vivencia profunda, en el desvanecimiento de un Yo que si bien ha sido fundamental y al que hay que cobijar siempre, debe dar paso al sutil encuentro de la unión que se siente cuando el Uno se cultiva desde el corazón que somos.


El Paradigma GeoBioSistémico es la estructura profunda que ya comienza a emerger, no para anular lo anterior, como decíamos, sino para trascenderlo, no para negarlo, sino para aceptarlo y transformarlo, porque la evolución de la conciencia y, por ende, las estructuras sociales, económicas y políticas que emergen de ella, son parte de un proceso evolutivo que es capaz de florecer en la consciencia cósmica de la cual venimos.


La ruta no es la apocalipsis judeo-cristiana-musulmana que hoy se nos presenta como inevitable, el camino es dejar de cultivar las religiones que se empeñan en establecer verdades únicas, universos homogéneos, determinismos históricos, análisis lineales, concepciones metodológicas, formas sin fondo, fondos sin sustancias, miradas sin corazón.


La ruta es la construcción de una común-unión capaz de entrelazar los saberes que toda la humanidad ha tejido a lo largo de su existencia, de abonar un campo fértil para que lo que se cultive sea una paz fundada en el respeto al otro que es el yo que yo soy cuando me miro en los ojo de quien me ve, en los multiuniversos que permiten que la pluridiversidad germine, en el entendimiento de que la dinámica biológica es también espejo de la dinámica social, donde todo se retroalimenta en una espiral simpoiética capaz de abrigar al entendimiento de que todo ser dentro del ecosistema es igual de importante y vital para que el yo sea uno con el todo.


T-Lía (Texto Libre de Inteligencia Artificial)



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