El Flagelo del Extractivismo.
- Comunicación del Huerto
- 11 ago
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Podemos perfectamente decir que existe un jinete más del apocalipsis que viene cabalgando desde hace siglos, de manera silenciosa pero constante, a un ritmo cada vez mayor, a una cadencia cada vez más rápida y a un compás cada vez más destructivo. Este jinete es el extractivismo, la manera a través de la cual la humanidad ha ido devastando la naturaleza en nombre del desarrollo y del progreso. Este jinete suele vestirse de caballero y anda siempre despertando aspiraciones de éxito a todo aquél que se deslumbra con su armadura de Dior y ribetes de Gucci. Es un gran seductor, pues por armas lleva piedras preciosas que ofrece a quien cuestiona su andar, dejando en el camino adeptos zombiízados por la abundancia del consumo que desprende al cabalgar.
Más allá del sarcasmo metafórico, están los hechos que demuestran cómo a nombre del desarrollo y del progreso la humanidad ha venido expoliando los recursos naturales, contaminando ríos y mares, envenenado suelos, devastando bosques y selvas, polucionando la atmósfera y desfaunizando la tierra, dejando a los ecosistemas y su biodiversidad al borde del colapso. Que se abra el telón, bienvenidos al Gran Teatro del Antropoceno para contemplar la obra destructiva que lleva como nombre la “Sociedad Industrial de Consumo”.
No cabe duda que la encrucijada en la que estamos constituye el mayor reto que la humanidad haya enfrentado jamás, porque si bien al final de la Edad de Hielo, aproximadamente hace 12 mil años a.c., estuvimos a punto de fenecer, nuestros antepasados pudieron prosperar gracias a que el Holoceno abrió ante sus ojos un nuevo clima, un espacio donde la abundancia de alimento y los conocimientos adquiridos de la caza y la recolección, nos permitió asentarnos, domesticar plantas y animales y edificar los cimientos de la civilización; sin embargo, hoy estamos ante un panorama distinto, el clima en el futuro cercano no propiciará abundancia sino todo lo contrario, la crisis climática afectará enormemente zonas vitales para la producción de alimentos y la salvaguarda de la biodiversidad, poniendo a millones de personas y especies en ruta a la extinción.

No hay respuestas sencillas a lo que vivimos y, menos aún, soluciones fáciles a la vista; de hecho, estamos ya viviendo los efectos de la crisis civilizatoria que estamos enfrentando porque en definitiva la crisis ambiental es un reflejo de ésta y tiene que ver de manera directa en cómo concebimos la realidad y cómo estructuramos nuestras formas de vida a partir de la cosmovisión en la que creemos.
Sí, el problema de fondo es filosófico y tiene que ver con el hecho de saber si seremos capaces o no de realizar un cambio de conciencia profundo, porque la manera en la que hoy vemos y sentimos el mundo y la vida, nos hace creernos la especie superior, por lo que nos colocamos en el mayor de los pedestales de la creación y, por lo tanto, todo lo que nos rodea está a nuestro servicio, tal y como el antiguo testamento y el racionalismo positivista nos lo han hecho creer, volviéndonos soberbios, arrogantes y profundamente estúpidos.
Al extraer recursos de la manera en que lo hacemos, agua, minerales, energéticos, madera y demás materias brutas aunado a la manera en que las transformamos, en realidad estamos cavando nuestra propia tumba porque la capacidad de la biósfera para regenerarse no logra seguirnos el ritmo, destruimos y expoliamos más rápido de lo que la naturaleza es capaz de regenerar. Estamos sobrepasando los límites planetarios y reduciendo de manera significativa la posibilidad de que la tierra, tal y como ahora la conocemos, pueda seguir sosteniendo la red ecosistémica.
El Día de la Sobrecapacidad de la Tierra, también conocido como “Overshoot” nos muestra el momento del año en el cual hemos pasado el límite regenerativo: en el 2017 fue el 2 de agosto, éste año ya lo rebasamos, fue apenas el 24 de julio, por lo que cada año estamos reduciendo la capacidad regenerativa de la biósfera, comprometiendo de manera significativa la posibilidad de que la trama de la vida continúe.
Tenemos que detener nuestra ambición de consumo, riqueza y poder, nuestra aspiración debe dirigirse a lograr una gran Revolución Empática-Cognitiva, que trence los caminos pluridiversos para hacer una urdimbre capaz de sostenernos a nosotros y al mundo multiespecie que nos rodea y nos constituye, porque en este camino no podemos andarlo solos, tenemos que hacerlo del lado de la pluridiversidad de especies en igualdad de derechos y bajo el sagrado principio que nos ha sido enseñado a través de la sabiduría de los pueblos originarios a través de la reciprosidad y del reconocimiento de los dones que nos son dados para compartirlos en comunidad.

El colapso que se avecina llegará porque la inercia de nuestra soberbia y ambición ha sido larga y abundante pero todavía hay un resquicio de esperanza, pero ésta sólo se alumbrará si somos capaces de cultivar dentro de nosotros los cambios interiores que requerimos, trabajando de manera introspectiva, permitiendo que florezcan las intenciones y deteniendo el diálogo mental que tanto nos seduce y distrae. Este cambio interior de conciencia, al estar vibrando, impregnará al cuerpo ecosistémico, pluridiversificando el cuerpo social y el ámbito natural, como la espuma de mar que llega después de que una ola revienta para cubrir nuestra mirada de la magia efervecente que la vida acuosa nos brinda. El jinete del Apocalipsis extractivista será vencido sólo si trabajamos en común-unidad a favor de la vida y de la tierra.
La nueva Revolución es la Regeneración, ¿te apuntas? Súmate al Pacto con la Tierra, conoce el programa del Huerto Roma Verde en www.pactoconlatierra.org
LÍA (texto libre de inteligencia artificial)




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