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¿Hay esperanza en el colapso?


Fotografías: Martín Buen Viaje, Amor Primal Partería y Huerto Roma Verde


En el Huerto Roma Verde recibimos a muchas personas que vienen buscando respuestas para enfrentar la crisis climática, muchos jóvenes están angustiados sobre el futuro que les espera, sufren estados de ansiedad por la incertidumbre que la data científica están arrojando sobre los impactos negativos que el sistema de vida que tenemos está haciendo, esto se ha potenciado aún más porque los efectos ya están a la vista de todos, pese a que el establishment mediático y los centros de poder, han intentado ocultarlo. La realidad sobre la crisis climática ya no se puede negar, tenemos que prepararnos para vivir en una era de colapso socioambiental. 


Conocer las causas que han provocado esta situación es importante pues sólo bajo un entendimiento pleno del porqué está sucediendo esto es que podremos encontrar las posibles soluciones que debemos elaborar entre todos y todas, pues esto no vendrá de las élites que hoy sostienen el sistema económico-político imperante y que persisten en negar u ocultar lo que está pasando, pues sostienen que un milagro tecnológico y controles autoritarios van a venir a salvarnos de la emergencia climática.


Ejercicios de capacitación comunitaria.


Lo primero que tenemos que saber es que éste sistema basado en la industrialización y tecnologización de nuestras formas de producción no es sostenible, simple y llanamente porque el planeta no cuenta con los recursos suficientes para seguir alimentando la voraz forma de producción y consumo que tenemos. Los recursos no son infinitos, los estamos agotando a un ritmo demencial, basta poner como ejemplo que durante éstos últimos 40 años hemos extraído más minerales que en el resto de nuestro paso por este planeta.


Las energías renovables desgraciadamente no son tampoco la solución, por lo menos no al mediano plazo e incluso su desarrollo requiere de agravar la devastación ecosistémica pues, como el caso del litio, por ejemplo, su extracción requiere que zonas aún no explotadas comiencen a serlo; estas zonas son espacios que aún conservan una riqueza natural que es vital para que los ciclos ecosistémicos se mantengan. Ni qué decir por ejemplo del uranio, que si bien no representa una energía que emite CO2, los riesgos en su manejo son altísimos y por lo tanto la energía nuclear es inviable, pues además hoy representa sólo el 4.3% de la energía que se produce en el mundo y las reservas comprobadas de uranio jamás podrán suplir la demanda que se requeriría para hacer esta conversión.


Todo requiere energía, es más, la energía es lo que permite que cualquier forma de vida social pueda desarrollarse, por eso la energía siempre ha estado en el centro de los grandes conflictos que la humanidad ha enfrentado, primero a través de la demanda de madera, después carbón, petróleo y gas -conocidas como energías fósiles- las cuales son hoy en día las energías que mueven toda la maquinaria de nuestra vida social y productivas. Las energías renovables están muy lejos de representar una solución a corto plazo, pues tan sólo producen el 12.6% de la energía que requerimos y, para incrementar su índice, necesita utilizar energías fósiles. La reconversión de energías fósiles a renovables no es, por lo tanto, una opción esperanzadora a corto plazo.


Ante esta situación, compleja y paradójica, no nos queda más que bajar nuestra producción y consumo, por lo tanto, dejar la obsesión del crecimiento lineal y entender que para sobrevivir debemos decrecer. La era del espectáculo y del confort que los países mal llamados desarrollados tienen y exportan como aspiración fatua a los mal llamados países subdesarrollados va a colapsar y esto traerá hondas repercusiones sociales, políticas y económicas.


¿Qué hacer antes de esta situación? ¿Hay salida?. ¿hay futuro? La verdad es que la moneda está en el aire, el daño ocasionado a la biosfera es de tal magnitud que incluso si ahora paráramos todo lo que ya hemos ocasionado, los efectos producidos por todas las emisiones de gases, químicos, microplásticos vertidos en aguas, tierras y atmósfera, continuarán por varios cientos de años.


Es tiempo de actuar desde la organización comunitaria, tomando en cuanta los valores espirituales que los pueblos originarios han salvaguardado pese al embate colonizador que el modernismo racionalista ha impuesto como marco epistemológico para situarnos en un mundo lineal de crecimiento infinito. Descolonizar el pensamiento requiere escuchar al corazón, por eso sostenemos que para comenzar debemos aceptar que vivimos ya en una Era de colapso que involucra a toda la humanidad y a todas las especies que habitan el planeta. El cambio no vendrá de las élites que hoy mantienen el control en la esfera política y económica, pues eso representa la pérdida del poder hoy establecido, por eso el trabajo debe realizarse creando y sosteniendo redes comunitarias que vayan tejiendo desde la base del poder social, permitiendo la creación y fomento de células biosociales, autogestivas, creando comunidades de aprendizaje que alienten una visión biocultural regenerativa.

Productos agroecológicos de Xochimilco, a la venta en los miércoles de Campo Urbano.


Si hay un futuro posible, éste sólo se alcanzará reconociendo lo que hemos hecho mal, asumiendo que nuestras formas de producción y consumo deben de construirse desde otro enfoque diametralmente distinto al que hoy tenemos, por muy difícil que esto parezca, es posible si todas y todos comenzamos a conectarnos desde el corazón que somos. La transformación profunda que debemos hoy llevar a cabo es una Revolución Empático-Cognitiva que será pluridiversa, multiespecie, intuitiva, agroecológica y dinámica, o no será. 


T-Lía (Texto libre de inteligencia artificial)

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