Necesitamos voltear la mirada para poder dirigir nuestra atención al Sur Global, al territorio que ha resistido durante siglos los duros embates coloniales que han llevado las riquezas a un Norte Global que no para de consumir recursos naturales para saciar sus necesidades de consumo.
La historia del mundo civilizado nace en Medio Oriente y en Oriente Próximo, desplegando una concepción que vinculaba a la Gran Diosa en todos sus constructos culturales; aún no se desplegaba el desarraigo con la naturaleza pues se percibía la vida en un estado de equilibrio con la natura, los elementos eran diosas y dioses que se expresaban a través de la fuerza de los vientos, el fuego voraz de las erupciones volcánicas, en el flujo y reflujo de las aguas y en la fecundidad de la tierra. La vida se desarrollaba buscando contener la rabia de los dioses y el consuelo de las diosas.
Durante siglos la cuna de las civilizaciones se desarrolló siguiendo estas reglas matriarcales que mantuvieron en equilibrio aceptable nuestra relación con la naturaleza aproximadamente durante 12,000 años A.C. hasta 2,500 años A.C. Esto cambió cuando las tribus indoeuropeas hicieron su aparición a través de conquistas y migraciones alternadas en los territorios donde se asentaron las diversas civilizaciones de Medio Oriente y Oriente Próximo. Estas tribus llegaron de manera intempestiva, montados en caballos, portando armas de acero (desconocido por las civilizaciones, que solo trabajaban la metalurgia del bronce y el cobre) y trayendo sus creencias basadas en dioses dominantes que desafiaron a la Gran Diosa, destronándola, al paso de varios siglos de conflictos, como centro del orden y del poder. El Patriarcado hace su aparición y lo hace de la mano de tribus indoeuropeas llamadas Hunitas y Levitas que encontraron en los Hebreos, la tierra fértil para encumbrar al Dios Solar por encima del resto de diosas y dioses. Es aquí donde nace la concepción del pueblo elegido, pues fueron los Hebreos lo que diseminan la idea de un sólo dios creador que los reconoce. Esta visión del mundo se propagó y obtuvo del Helenismo Griego una gran alianza, pues dotó a la concepción religiosa monoteísta de un orden lógico que se derivó de la filosofía socrática, platónica y aristotélica. El desarraigo con la naturaleza fue total y la razón gobernó sobre los sentidos.
Ya sabemos en qué derivó está historia cuando Constantino impuso al mundo “civilizado” la obligatoriedad del Cristianismo y desde entonces hasta ahora, Europa ha desplegado la espada e impuesto la cruz. Los otros mundo, primero África, después Asia y luego la llamada América fueron esclavizadas, colonizadas, endeudadas y saqueadas por la visión del Norte, que además de ser judeocristiana, encontró en la ciencia, el orden mecanicista que necesitaba para imponer un Paradigma que aún hoy existe, aunque ya desquebrajado y moribundo, destruyendo a la madre tierra y a todos y todas aquellas que no se someten a los designios de la razón y de los monoteísmos que engullen la pluridiversidad en nombre de dios y del dinero.
Esta concepción esta derrumbándose, la pluridiversidad de multiversos se expande en la armoniosa necesidad del mundo multiespecie que comienza a mirar a la tierra, la gran madre dadora de vida, para dejar de ver únicamente el influjo de los astros universales que nos seducen a abandonar el suelo fértil en el que hemos vivido.
Mirar al sur es voltear la mirada hacia el sentir de los pueblos originarios que saben que nuestro estar aquí es resultado de respetar el equilibro que debemos tener con la naturaleza, de reencontrar el sentido simbólico que la comunicación con los animales nos ofrece y de identificarnos con la esencia sanadora de las plantas.
Mirar al sur es saber que el rezo intencionado produce una reacción simbiótica con los poderes de la naturaleza, como nuestras abuelas y nuestros abuelos nos mostraron con sus cantos, sus danzas, sus rezos y su mirar pausado que nos brinda la posibilidad de estar en un mundo que entiende que el tiempo es una ilusión que no podemos controlar y el espacio es un flujo dinámico donde siempre hay un presente donde mirarnos.
Mirar al sur es tejer hacia una realidad que busca decolonizar el pensamiento dominante que impone la hegemonía de una verdad única, por ello, debemos tejer desde la cosmovisión que los pueblos originarios trazaron para hacer que desde el Pachakuti podamos unir los mosaicos pluridiversos que se encuentran en el Abya Yala que hoy se abre para hacer posible un mundo donde quepan todos los mundos.
Mirar al sur es reconocernos en la importancia que representa el trabajo comunitario, esas formas de organización donde la reciprocidad, el Ayní, es el circulo vital del entendimiento que nos conforma.
Te invitamos, pues, a mirar al sur....
T-Lía (texto Libre de Inteligencia Artificial)
댓글